EL ACOMPAÑAMIENTO A PIE DE CAMA
La sociedad actual no nos brinda demasiadas facilidades para integrar la muerte, más bien al contrario, nos dificulta su vivencia y posibilidad de vivirla como culminación de una vida, constituyendo uno de los episodios perturbadores que más reacciones psicológicas intensas provocan tanto en el paciente como en sus seres queridos.
En nuestro occidente post-moderno, ya no nos basta con dejarnos morir, como seres biológicos que somos, sino que de la misma manera que deseamos una calidad de vida, también aspiramos a una calidad de muerte. En la buena muerte es importante mantener la capacidad de decidir, de manejar la propia vida. Será fundamental el acompañamiento y apoyo a pie de cama como lo fue en otras etapas del ciclo de la vida. Y ese acompañamiento, si fuera necesario, debería extenderse al periodo de duelo.
Con este post como terapeutas y acompañantes en procesos de duelo, queremos darte algunas claves sobre aspectos a tener en cuenta en el acompañamiento.
En un acompañamiento a pie de cama lo prioritario, será el asegurarse que la persona recibe los cuidados básicos relativos a la atención hospitalaria o domiciliaria, tales como las curas, el alivio de síntomas, la limpieza, la hidratación, la alimentación… Será importante, al mismo tiempo, asegurarnos que tales cuidados están en consonancia con las necesidades y deseos del moribundo, no arrebatándole, en la medida de lo posible, su dignidad ni su derecho a decidir cómo quiere transitar el proceso del morir. Cuidar a un ser humano es uno de los trabajos que más respeto, atención, presencia y amor requieren.
Si bien, cuando lo prioritario está cubierto es muy importante el acompañamiento emocional que tantas veces queda en el olvido.
Lo primero que debemos conocer es qué para acompañar a pie de cama, en el buen morir a otros, es fundamental el trabajo del acompañante sobre sí mismo. En este sentido es el propio proceso de maduración y autoconsciencia lo que en realidad nos capacita para sostener a otros, algo que requiere mirar y reconocer nuestros propios miedos, así como mirar de frente a la muerte y a lo que ésta nos despierta. La clave, no consiste en convertirnos en una especie de “gasa aséptica que ni siente ni padece”, sino en ser capaces de aceptar y permitirnos nuestros temores, emociones encontradas, sombras y heridas aún no cicatrizadas…–, sin tratar de evitarlos, negarlos o evadirlos.
Otro aspecto fundamental y significativamente importante es ser muy humanos y estar muy despiertos o atentos.
En muchas ocasiones el acompañante simplemente debe saber no “hacer nada”, y sin embargo todo lo necesario se va haciendo. Esto significa que el acompañante deja ir cualquier pretensión de “hacer” algo de una manera determinada, y menos aún de una manera “correcta”. Sólo de esta forma podemos realmente conectar con el otro, y acompañarle mucho más allá de lo que se pueda expresar con cualquier palabra.
Por otra parte, solemos infravalorar el silencio, y tenemos la tendencia a dar consejos. Arturo Graf decía “ Haz silencio a tu alrededor si quieres oír cantar a tu alma”. Una compañía silenciosa y abierta a la escucha es lo más valioso que podemos ofrecer a quien poco a poco emprende su partida.
En el proceso de morir surgen preguntas del tipo: ¿Por qué yo? ¿Por qué ahora? ¿Qué sentido tiene la muerte? ¿Hay algo después?… Tales preguntas no necesitan de respuesta, sino de un atestiguar y acompañar en presencia y por ello otro aspecto muy importante a tener en cuenta es que significa estar en presencia. Estar en presencia no significa evadir las preguntas o cuestiones difíciles; en ocasiones, supone devolver las preguntas “reflejando” lo que la propia persona dice, para así facilitar que ella misma encuentre sus propias respuestas.
Ayudar al moribundo a hacer las paces con el propio pasado, con la propia vida, es acompañarle, de manera respetuosa, a lo largo del proceso por los distintos momentos psicológicos que previsiblemente irá atravesando.
Nuestra labor, en la relación de ayuda será crear seguridad y espacios para que la verdad, cada verdad íntima, personal y vivenciada, pueda revelarse en unas condiciones de libertad y de «dejar ser» que denota una actitud de afirmación de la existencia de otra persona. Crear un espacio para los adioses, en el que la asistencia paliativa trabaja con el horizonte de volver a dar a la persona un sentido a su temporalidad herida.
Y… ACOMPAÑAR AL QUE ACOMPAÑA. ( LA FAMILIA)
En la familia occidental ha habido cambios importantes que conforman la realidad de la familia actual.
La familia debe también disponer de un espacio y un tiempo para su propio autocuidado y descanso además de para la expresión de sus emociones y su dolor ya que de esa manera pueden aliviarse.
Cuidamos cuando escuchamos atentamente con todo nuestro cuerpo (atención, mirada, tacto, postura…) tratando de entender lo que se dice y lo que se calla.
Dos aspectos que afectan mucho a la familia y seres queridos en el acompañamiento al moribundo es el de la información, negándose a que se le
informe al enfermo y la gestión de los tiempos de cuidado.
Respecto al primer aspecto algunas sugerencias son:
- Explorar los motivos personales del deseo de no información: ¿Qué crees que pasará si hablamos con él? ¿Por qué no quieres que lo sepa? ¿Por qué crees que no lo soportará? ¿Qué le diremos cuando empeore? Si fueras tú el enfermo, ¿te gustaría saber la verdad?
La no información dificulta el acompañamiento y aumenta la angustia del enfermo. La mayoría de los pacientes notan y saben que su situación no va bien aunque no lo hablen. La duda crea más angustia que el conocimiento e impide compartirla.
- La información conviene darla, de manera progresiva, adecuada a cada persona y que esta pertenece al enfermo. No podemos mentir al paciente ya que sabemos que es mejor para él y además tiene derecho a conocer todo sobre su enfermedad y su pronóstico.
En cuanto a la gestión de los tiempos de cuidado aparecen los sentimientos de culpa, la figura del héroe/ heroína que se siente en la necesidad de cuidar en todo momento sin descanso. En estos casos es fundamental ser consciente de la importancia del autocuidado y el descanso que permitirán a los familiares mantener su salud en un proceso que puede ser más o menos largo pero que no termina con la muerte del enfermo.
En los momentos actuales que vivimos en los que el esfuerzo por tener una vida de Bienestar y una búsqueda incesante de la Felicidad no podemos olvidar la importancia del Buen Morir y el derecho a una muerte con dignidad