Cuando nos encontramos en los últimos momentos de la vida de un ser querido, cuando las personas tienen que hacer frente a ese inevitable sino, muchos son los consejos que pueden indicarse sin darnos cuenta que cada persona vivirá este momento de una manera totalmente personal y diferente, tan diferente y única como es la huella dactilar de cada ser humano. Sin embargo, hay un aspecto que poco se contempla y del que pocas veces se habla y es el “dejar ir». No hay mayor acto de amor que Soltar a los que amamos cuando la muerte nos indica que los caminos se bifurcan, señalándonos que es hora de dejar marchar. Aceptar que el tiempo de la persona moribunda termina, puede convertir la despedida en un momento de profunda autenticidad y encuentro, generándonos serenidad y paz en un momento que se preveé de gran dificultad. Ante esta situación que se nos regala poder despedirnos de nuestro ser querido antes de que parta, será importante que dejemos a un lado las propias necesidades, para priorizar las del otro, sobre todo cuando se trata de facilitar su partida. El que marcha necesita de los suyos el permiso para irse y además hacerlo en paz, sintiendo que todos los asuntos quedan resueltos. Ayudarle a despedirse con una presencia serena que invite a la confianza, agradeciendo todo lo compartido, todo lo que nos ha enseñado y el tiempo que nos ha regalado, es un profundo acto de amor y generosidad. Contribuir a un buen morir es para el que acompaña en sí mismo un regalo de crecimiento y transformación, una oportunidad de aprender. Vivir con consciencia un acompañamiento de tal naturaleza con la mirada abierta, es una oportunidad de enriquecimiento que la persona que se va nos regala hasta en sus últimos días. “Los vivos cierran los ojos de los que mueren. Los muertos abren los ojos a los vivos.” (Enric Benito). Los últimos momentos antes de la muerte de un ser querido, tal vez sean momentos para una reflexión sobre lo que realmente queremos que nos pueden ayudar en el proceso de duelo. Quizá deseamos que nuestro ser amado permanezca anclado a nuestro lado. Pero, ¿hasta qué punto preferimos que alguien sufra o padezca con tal de quedarse en vida, a pesar de las circunstancias que fuesen, si eso nos asegura a nosotros estabilidad y no nos lo arrebata.
No sólo nos aferramos a los seres queridos; también los acompañantes en ocasiones mostramos una falta de generosidad pensando más en nosotros mismos y nuestras necesidades que la de la persona moribunda.
Estés en este momento en una situación de pre-duelo por la muerte de algún ser querido o no lo estés, es momento de que indagues es tu capacidad de soltar y para ello te dejo algunas preguntas que puedes hacerte como son: • ¿Hasta qué punto sueltas relaciones que ya terminaron? • En caso de tener hijos, ¿te cuesta aceptar la perspectiva de que estos tomen decisiones propias y dejen de necesitarte? • ¿Sientes que miras mucho hacia el pasado? • ¿Cómo te relacionas con los cambios? • ¿Sabes discernir cuándo es momento de soltar lo viejo para abrirse a lo nuevo? • Si una persona querida te dijese: “Espero a la muerte con ganas”, ¿ cómo reaccionarías? • Si un ser querido estuviese muriendo, ¿cómo actuarías? ¿Qué le dirías?
Responde desde el amor más puro que tienes hacia la otra persona y hacia ti mismo y encontrarás respuesta a tu capacidad de soltar, y recuerda siempre que dejar ir, es el mayor acto de amor que pueden ofrecer.
Adela Martinez Gómez
Acompañante en procesos de duelo y perdida.