DUELO DIFERIDO: LAS EMOCIONES CONGELADAS
A lo largo de nuestra vida todos viviremos distintos tipos de pérdidas: de salud, de trabajo, de un bien material, debida a la emigración, de un ser querido…, y cada una irá acompañada por un proceso de duelo que permitirá tras ser vivido, sobreponernos a esa experiencia. De todas, la más temida y dolorosa es la pérdida de un ser querido, que nos provoca un duelo caracterizado por una mayor intensidad emocional.
Podríamos decir que existen tantos tipos de duelo como personas, cada persona experimenta el duelo de una manera personal e intransferible. Podemos decir que cada duelo es como la huella dactilar de cada persona, único, porque cada uno de nosotros vivimos el proceso de duelo de una forma diferente en función de nuestras vivencias previas, de nuestras características personales o de la propia situación que provoca el duelo. Los podríamos categorizar en los siguientes tipos: normal, patológico, crónico, anticipado, ambiguo y retardado o diferido. Este último, el duelo retardado o diferido, se estima que afecta a un 5 % de la población.
En este tipo de duelo retardado, también conocido como diferido o congelado, las personas afrontan la situación de pérdida congelando sus emociones, no permitiéndose sentir el dolor que produce y apurando su retorno a obligaciones, responsabilidades y rutinas de su vida diaria. En ocasiones esto sucede porque las personas se sienten obligadas a centrar su energía en las demandas de sus circunstancias vitales (cuidar de hijos pequeños, de una persona mayor dependiente, exigencias laborales…); pero, en otras, este tipo de duelo surge porque la persona en duelo se niega a aceptar la realidad de la pérdida y utiliza como mecanismo de defensa el dejar de lado el dolor para poder seguir siendo funcional.
En estos dolientes con duelo retardado encontramos manifestaciones de un dolor cronificado: ansiedad, estrés, apatía, irritación constante. Su recurso para afrontar esta situación que están viviendo será un «no pasa nada, yo puedo con esto, saldré adelante», y el tema de la pérdida se convierte en un tabú en sus conversaciones, acumulando en su interior todavía mayor malestar emocional. Con el paso del tiempo surgirán nuevos síntomas psicosomáticos (problemas digestivos, caída del cabello, contracturas musculares, problemas en la piel), cognitivos (dificultades para concentrarse, para tomar decisiones) y relacionales (se aísla por no ser capaz de disfrutar del ocio).
La persona con duelo retardado puede vivir en esta congelación durante meses, años e incluso décadas. Hasta que un día un simple recuerdo, un pequeño contratiempo o una vivencia cotidiana que le resulta desagradable hace estallar ese cúmulo de emociones contenidas durante tanto tiempo, sin que logre encontrar la causa ni las estrategias de afrontamiento adecuadas.
En Volver a Vivir te acompañamos para que dejes salir las emociones que el duelo o la pérdida te generen y poder avanzar y evolución de una manera saludable por el camino del duelo.