Meditar: 5 obstáculos para la práctica

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Habitar tu vida

Vivir una vida más consciente no es “algo” que nos sucede por casualidad ni tampoco sucede solo. Tampoco es en realidad “algo” que hacemos que suceda. La consciencia, esa capacidad humana, surge por sí misma cuando ponemos las condiciones para que surja. Ser una persona más consciente es el fruto, la consecuencia, de transformar las condiciones en las que vivimos y convivimos a través de la práctica de la meditación, de la atención plena (mindfulness) o de cualquier otra práctica contemplativa.

¿Cuáles son las condiciones propicias para que surja la consciencia?

Intentamos participar a voluntad en la creación de estados mentales y emocionales más hábiles (positivos) mediante la práctica de la meditación porque estos son precisamente las condiciones apropiadas en las que surge la consciencia. Para ello necesitamos de un esfuerzo apropiado, equilibrado y constante digno de semejante tarea.

En la técnica de meditación llamada el seguimiento de la respiración (Anapanasati), por ejemplo, intentamos enfocar nuestra atención consciente hacia el “objeto” de la meditación. Algunas prácticas contemplativas se hacen utilizando un “objeto externo” como prestar atención a una vela encendida. 

El “objeto” es “interno” en el seguimiento de la respiración (Anapanasati) y es la respiración en sí, su fluir, la forma en que sucede en el cuerpo y las sensaciones físicas que la acompañan.

Para qué meditamos

Meditamos para indagar e investigar por nosotras mismas qué significa estar vivas. Cómo funciona, qué es, qué soy, qué somos, cómo sucede. Meditamos para explorar(nos).

La meditación es la práctica intencional, consciente y comprometida de estar contigo y en ti de la forma más amable que puedas en un momento concreto. También la palabra meditación refiere al estado del ser en el que somos eso que somos más allá de las preguntas existenciales.

La mente es un sentido

Antes de seguir, recuerda que para el budismo la mente es un “órgano” de percepción como los otros sentidos: vista, olfato, tacto, gusto y oído. Un «órgano» que posee límites. Así como tu ojo ve una manzana, del mismo modo tu mente piensa una manzana. ¿Podríamos decir que ambas manzanas existen? Pues sí. Existen en tanto que son percibidas por ti y están ocupando parte de tu capacidad de percepción. Los budistas  les decimos “objetos mentales” a los pensamientos.

Para meditar cerramos los ojos y conducimos o dirigimos la percepción. Intentamos transformar la percepción que está “secuestrada” por la estimulación del mundo exterior en una que contemple lo que sea que está sucediendo adentro de nosotras.

En el acto de meditar intentamos percibir “lo que queda” luego de “dejar al mundo”.

La única manera de explorar “lo que queda” es a través de la reducción de la estimulación de los sentidos, incluyendo la menteMeditamos para simplificar las experiencias sensoriales y poder identificarlas, notarlas, darnos cuenta de que las estamos percibiendo. Pero ¿qué son las “experiencias sensoriales”? Son los pensamientos, las emociones y las sensaciones corporales físicas.

La romantización de la vida

La mayor parte de las experiencias sensoriales-mentales suceden sin que las notemos. No nos percatamos de la hiperestimulación en la que vivimos y cuando la medio-notamos no sabemos cómo relacionarnos con ella. Por consiguiente las experiencias (recuerda: pensamientos, emociones, sensaciones físicas) se atropellan las unas a las otras, se van superponiendo, tapándose, amontonándose, confundiéndose. 

Supongo que ya has sentido el efecto de ese caos. Sienta fatal y produce frustración. Nos parece que nunca seremos capaces de vivir en paz ni siquiera un minuto. Para remediar “el mal sabor de boca” buscamos más estimulación, nuevas sensaciones, pensamos obsesivamente en cómo huir de lo que nos pasa, fantaseamos con “el día que pueda” o “el día que tenga” entonces “seré feliz”. 

El apuro eterno

Nos aferramos a “un pedazo de carbón encendido” con la esperanza de que la próxima sensación, la próxima pareja, el próximo trabajo, la próxima mudanza, el próximo lo que sea, ese sí será el correcto: el que nos satisfaga y nunca nos deje.

Si lo piensas bien lo que hacemos habitualmente es una romantización de la precariedad. Así como romantizamos las relaciones humanas como la de pareja, así hacemos con todo.

No nos damos el tiempo suficiente para que ninguna experiencia sensorial-mental se consolide dentro de nosotras, que en verdad la notemos y conectemos con ella. Nos resentimos porque la vida nos parece “superficial”, “insípida”, “caótica”, “abrumadora”, “acelerada”, y empleamos una “estrategia de escape” – buscar más y más experiencias sensoriales-mentales – que la hace más invivible todavía. 

Meditar significa observar con detenimiento nuestras propias tendencias mentales y emocionales para poder modificarlas o cambiar la relación que tenemos con ellas.

emociones humanas

El verbo «hamsterear»

El deseo de que nuestras condiciones de vida sean mejores es un deseo totalmente válido, legítimo y motivador. No está “mal” querer que sean mejores y esforzarnos para que así sea. Eso nos ayuda a salir de la cama cada mañana.

El conflicto se produce porque veladamente deseamos a su vez que las riendas de nuestra vida estén en manos de otras personas o de los vaivenes del mundo exterior (algo que está afuera de nosotras).

Queremos que alguien o algo más nos acomode la vida y lo haga ya. Exigimos además que lo hagan a nuestro favor. Eso no sucede ni en las películas malas.

Vivir así es similar al hámster que corre en su rueda adentro de la jaula: tu esfuerzo no te está llevando a ninguna parte. Bueno sí: te está llevando al agotamiento, a la frustración, a la desesperanza.

Por esa razón, la práctica de meditar -al ser un encuentro honesto contigo misma- te ayuda a ir más lento. También a (re)apropiarte de tu vida y a darte cuenta de que tus condiciones de vida nunca serán exactamente como las deseas y que eso no es necesariamente malo.

El quid de la cuestión

Si quieres dejar de sufrir necesitas desarrollar estados mentales-emocionales más hábiles (positivos) para poder: 

  1. Disfrutar de lo que tienes ahora y de lo que haces de forma plena y no a medias.
  2. Tener claridad en qué pasos quieres dar y cuáles no en tu vida.
  3. Celebrar tus logros por más pequeños que sean y alegrarte.
  4. Conectar con las demás personas, de verdad construir vínculos con ellas y no sólo relacionarte por “encimita”, sin profundidad.
  5. Dormir bien, descansar y recuperar las energías.
  6. Discernir cuáles son los aspectos nutridores provenientes del mundo exterior -que sí tiene algunos- de los que no lo son.
  7. Aprovechar los aspectos nutridores del mundo exterior sin que te obsesiones con ellos.
meditar

El tono emocional predominante de la experiencia

Tememos a la sensación de ser “pobres por dentro” y justo es esa sensación la que causa el “hambre” que a menudo llenamos con emociones fuertes, excitantes y nuevas. Otras veces, con atracones de comida y otras, con cualquier estupefaciente que duerma ese dolor, que lo anestesie o disimule. Nos sirve por igual echar mano del Netflix, del Gran Hermano o del alcohol. Aunque yo diría que más bien nosotras les servimos a ellos.

Por consiguiente, bandeamos entre distintos estados mentales-emocionales torpes (negativos) como si fuéramos pelotas de goma rebotando entre múltiples paredes. A veces durante un mismo día. Adicción a las experiencias sensoriales-mentales. Cinismo. Egocentrismo. Fingimiento. Superficialidad. Nihilismo o el eufórico lema idiotizante “vive la vida loca” que “la vida son dos días”. 

¿Quieres seguir siendo una «sierva» que se inclina frente a un «amo», tenga el nombre que tenga? Meditar te ayuda a romper esa esclavitud.

La riqueza bien distribuida

Para lograr condiciones de vida menos precarias para todas -porque la precariedad no sólo va de dinero- necesitamos que nuestras vidas internas se vuelvan más ricas. ¿Por qué? Porque como ya te imaginas: la riqueza interior tampoco aumenta proporcionalmente a las cifras del saldo de tu cuenta bancaria. Necesitamos aprender cómo dejar de sentirnos “pobres por dentro” y desaprender el automaltrato que hemos estado ejerciendo hasta hoy.

Esta serie de publicaciones pretenden ser una invitación cálida a enriquecer tu vida con la riqueza que sí es capaz de transformar al mundo: la interior. Reflexiona sobre esto. ¿Cómo sería el mundo si todas las personas se sintieran ricas, llenas, plenas, por dentro? Quizás si hubiese más riqueza interior tendríamos una riqueza exterior mejor distribuida.